Yo no me quería casar, esa es la verdad. Creía que me quitaría independencia y que estaría obligada a acatar lo que mi marido decidiera (tal y como le pasó a mi madre).
Con el tiempo me di cuenta de que no es el matrimonio el que obliga a nada, al menos en estos tiempos. Y que la responsabilidad de mi camino, es solo mía.
Pero bueno, que me despisto.
Yo no me quería casar, pero me quedé embaraza. Al principio decidimos que igualmente no nos casaríamos, pero la presión social nos hizo cambiar de opinión.
Tampoco me quería casar porque me daba muchísima vergüenza ser el centro de atención, ‘disfrazarme’, gastar un dineral en un día… en fin, muchas cosas.
Mi madre me dijo que era una vez en la vida (al menos para ella) y que era un día que recordaría para siempre. Que era algo muy importante y que podría arrepentirme… así que, al menos, lo tenía que pensar.
Mis hermanas me dijeron algo parecido. Entonces recordé sus bodas, lo bien que lo había pasado, lo emocionante que fueron los días previos… y decidí que vale, que si lo hacíamos, lo hacíamos bien.
Como no daba tiempo a organizarlo todo antes de dar a luz y con barriga no quería hacerlo, nos casamos por lo civil primero y esperamos un año para la ceremonia oficial. Además yo tenía claro que por la iglesia no me iba a casar y a mi novio ya le había dejado claro que lo de ‘para toda la vida’ no se podía asegurar, que quién sabe las vueltas que da la vida.
Decidimos hacerlo en la playa, la luz de ese día tenía que ser esa, no me imaginaba otra. El vestido sencillo, dentro de todo lo sencillo que puede ser un traje de novia. Y no demasiados invitados para poder disfrutarlos.
La verdad es que ahora reconozco que si no lo hubiera hecho me habría arrepentido.
No me quise estresar, así que contrate a una amiga mía que organiza bodas para que se encargara de todo el tema logístico y no tuvimos ningún problema, al menos que yo me enterara. Tampoco fue una cosa de locos, pero no faltó de nada.
Creo que lo que más me gustó fue tener a la gente que más quiero, en un lugar tan maravilloso, con mis dos personas favoritas (mi compañero de vida y mi hija preciosa). Compartiendo la felicidad de haber encontrado a la persona con la decides continuar el camino de tu vida.
Hicimos una pequeña, pero emotiva, ceremonia en la playa, al caer la tarde. Recuerdo muchos olores; a perfume, a sal, el calor sobre mis hombros y una emoción tan grande que me hacía temblar.
Luego nos fuimos al coctel, no me quise hacer fotos posadas, de esas de ponte ahí, abrazaros, haz como que le dices algo al oido, ahora con la niña… le dije al fotógrafo que nos pillara él los instantes más bonitos y no nos defraudó.
Lo que más disfruté fue el baile, estaba todo precioso, lleno de luces y flores, con ese olor del mar y una brisa que hacía que la temperatura fuera perfecta. Bailé y bailé y celebré y agradecí. Fue un día muy especial, uno de esos que hace que la vida sea un regalo.
Decidimos posponer el viaje de novios hasta que pudiéramos dejar a la pequeña, pero luego llegó el pequeño y una tercera pequeña más. Así que es algo que tenemos aún pendiente, ya os contaré.
Foto intervenida, original de João Voltolini