dos personas disfrazadas

crecer

Cuando era pequeña distinguía a la gente por edades en tres conjuntos: niñas, señoras y abuelas. Así de sencillo.
Ahora mismo, no se en qué grupo me metería, quizá ya a punto de entrar en el tercer conjunto?!

Sin embargo yo me siento la misma persona según va pasando el tiempo, es curioso. Pensaba que sería diferente, como una transformación más radical, al crecer quiero decir. Como que al pasar de una etapa a otra la persona fuera otra? Pero no, no es así, es más bien acumulativo.

Soy una persona a la que le costó mucho crecer. Siento que mi primera crisis estuvo directamente relacionada con este hecho. Tener que dar el paso a la edad adulta, con todo lo que eso implicaba. Creo que ni siquiera era capaz de asimilar lo que suponía.
De ahí mi sensación de ir siempre dormida, porque había una enorme falta de consciencia en mi vida.

Probablemente el mío no es un caso aislado. Ahora se que si algún adulto me hubiera contado algo, orientado, tendido la mano, mi camino hasta aquí habría sido muy diferente. Por otro lado, estoy muy segura de que mi camino tenía que ser el que ha sido.

Donde quiero llegar es a que debemos ayudar a nuestros niños a crecer, que debemos acompañarles en el camino, explicándoles qué significa madurar, qué implica, cómo se tienen que escuchar.
Que aprendan a diferenciar lo que son de lo que hacen. Lo que son de lo que piensan. Lo que son de lo que la gente dice que son. Que se conozcan y se sientan orgullosos, que descubran qué les hace felices y busquen y encuentren la forma de ir hacia ello.

La adolescencia es probablemente la etapa de crecimiento más compleja, más difícil y que más miedo nos da a todos (tanto a los que la atraviesan, como a los que convivimos con ellos). Como madre me da miedo decir o hacer por si me equivoco. También me da miedo no decir o no hacer, por si se pierden o se ven atraidos por ‘cantos de sirena’. No me da miedo que se equivoquen, pero sí que pierdan la confianza en si mismos.

Miedo o amor suelen ser los dos caminos que podemos tomar, así en lineas súper generales.
El miedo nos paraliza y nos hace tomar decisiones, únicamente, para evitar el dolor a costa de lo que sea.
Así que elijo el amor.

Es un momento demasiado importante como para no darle importancia. Debajo del acne, los pelos, las risas descontroladas, la explosión de hormonas y emociones… están nuestros niños, a veces asustados, a veces envalentonados y muchas veces desbordados por todos los cambios que están experimentando.

Y no es que me considere ninguna guía de nada, ni de nadie. Se que me equivoco con mis hijos constantemente, porque yo también aprendo sobre la marcha.

Anhelo a mis bebés y me enfado con el tiempo por haberme robado esos momentos tan dulces, llenos de descubrimientos, ocurrencias y nuevas experiencias. Ya no recuerdo las rabietas, ni las noches sin dormir. Y siento que en unos años (para mi instantes) volveré a tener este sentimiento respecto a esta etapa.

Y aquí termino mi reflexión.
Acompañemos por un futuro mucho más consciente, en el que las personas caminemos despiertas por la vida. Admirando lo que nos rodea, agradeciendo y viviendo cada día como un regalo. Porque es un descubrimiento que todos tenemos que hacer antes o después, y si es antes, mucho mejor.

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