envidia
A mí me da mucha envidia ver a la gente joven con determinación, que saben lo que quieren y van a por ello, despierta, tenaz.
Yo no era así, hoy miro hacia atrás y siento como si hubiera vivido medio dormida. Por una parte me da mucha pena, una pérdida de tiempo, por otra entiendo que ese tenía que ser mi camino.
Cuando acabé COU (sí, así de mayor soy), la única opción que me planteaba era, ahora qué estudio… no tenía ni idea, no dediqué ni un minuto a hacer una reflexión sobre qué me hacía feliz, qué se me daba bien o dónde me veía en un futuro. Empecé a estudiar empresariales, que ya lo dice el dicho ‘el que sabe sabe y el que no…’ (con todos mis respetos a empresariales). A los tres meses estaba en la cama metida y sin la menor idea de por qué no era capaz de dejar de llorar.
Esa fue mi primera gran crisis. Con terapia y cariño me levanté y fue mi familia la que me indicó el camino e hizo la reflexión por mi. Ese año, cuando reuní fuerzas, me dediqué a preparar el examen de acceso a Bellas Artes. Aprobé a la primera.
Fueron unos años que disfruté mucho, me gustaban las clases y pasaba horas en los talleres de la facultad pintando, haciendo grabados, ensuciándome las manos. Pero hoy veo que tampoco les saqué todo el jugo, seguía dormida, seguía haciendo lo que se esperaba, sin reflexión, ni objetivo. Bueno, en realidad mi principal objetivo era sacar las asignaturas y salir con las amigas a pasarlo bien. Y reconozco que lo pasé muy requetebien.
Al terminar la carrera me fui a vivir con mi novio. En mi casa estaba muy incómoda, me sentía como una desconocida con mis padres. No había ni convivencia, ni conversación, ni nada. Además sentía la necesidad de empezar mi camino.
Pero seguía igual, dormida, sin más motivación que el fin de semana, sin más objetivo que pasarlo bien, sin conocimiento personal de quién era yo.
No me quiero enrollar mucho, pero la cosa no cambió con los años. Trabajé aquí y allí, fui madre. Tomé una decisión, esa sí fue consciente y reflexionada, a mis hijos los criaba yo, con lo que me vi con un freno más para mi desarrollo profesional.
Llegó un día que me vi con treinta y tantos y no me sentía cómoda. Empecé a pensar que nadie me aconsejó, ni mis padres, ni mis hermanas, ni mis profesores, ni mis jefes, ni mi pareja, ni… nadie. O quizá yo no había estado preparada para ver las señales, para hacer una sencilla parada para escucharme, para mirar, para preguntarme si estaba bien así. Quizá simplemente soy un alma muy joven, muy inmadura, muy maleable…
Lo que sí se es que un día desperté, después de otras dos crisis, diría yo, de repente me vi. Estaba dormida, ahí en un oscuro y profundo agujero de mi ser estaba YO, con mis aspiraciones, mi propósito, mis necesidades de desarrollo. Para mi fue uno de los más grandes descubrimientos de toda mi vida. Pasé mucho tiempo sintiéndome sola, sola porque faltaba YO.
Lo peor fue ser consciente que yo y solo yo era responsable de dónde y cómo estaba, ya no podía echar balones fuera.
Lo mejor fue poder empezar a conocerme, a aceptarme y a quererme. Lo mejor es que ahora soy consciente de qué quiero y sobre todo de qué no quiero.
Aún tengo mucho camino por delante y seguro que me queda muchísimo por aprender, pero ahora ya voy tomando mis decisiones de manera consciente (o eso quiero creer).
Estoy muy agradecida de haber despertado y también del camino que he recorrido, siempre acompañada de gente que me ha querido. Tengo una familia maravillosa, en la que incluyo a muchas amistades.
Pero no lo puedo evitar, me da mucha envidia ver a la gente joven con determinación, que saben lo que quieren y van a por ello, despierta, tenaz.
Mucha envidia y una gran admiración.