el colegio

Desde el principio fui a un colegio de monjas. Yo nací el último día del año, con lo que era la pequeña de la clase, curiosamente tenía otras dos compañeras que también cumplían en la misma fecha que yo.

Se que estuve un par de años en guardería y luego pasé a preescolar. Recuerdo muy pocas cosas de aquella época. A mi profesora Mª Ángeles, que me trataba con mucho cariño y me daba sugus, el sonido de sus pulseras al borrarme los errores y su olor a jabón, sus gafas de pasta y su chaquetilla sobre los hombros.
El aula era muy grande, el suelo era muy frío y las paredes estaban llenas de dibujos y alguna foto de la Virgen.
El patio era muy grande (o yo muy pequeña). Tenía parte de arriba y parte de abajo, para bajar había unas escaleras que a mi me daban mucho miedo, eran muy empinadas y con escalones altos. Así que las pequeñas solíamos quedarnos arriba.
Jugaba a la comba, a la goma y al corro de la patata…

Mi colegio era de niñas, no recuerdo tener muchas amigas, no se muy bien porqué, no lo recuerdo con claridad, pero por una razón o por otra yo me sentía un poco aislada.
Cuando dejé preescolar todo fue mucho más duro, no era capaz de concentrarme en las explicaciones de la profesora y en algunas ocasiones mis despistes eran motivo de mofa, incluso alguna vez me llegaron a decir que era un poco tonta. Yo en aquellos momentos me reía, más por nervios o por parecer que no me importaba, pero de adulta he tenido que consolar a mi niña, que lloraba por todo aquello que pasó.
Creo que algún día sí llegué llorando a mi casa y mi madre fue a hablar con la profesora, pero ella lo negaba todo y era peor. Era su palabra contra la mía… y encima quedaba como mentirosa delante de todas.

No quiero parecer una desgraciada, o que tuve una infancia muy difícil… todo lo contrario, estoy muy agradecida porque nunca me faltó de nada, además nací en una ciudad preciosa y en paz. Sinceramente he sido y soy muy afortunada, pero todo tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Lo que sí puedo decir es que no recuerdo esa etapa de mi vida como la más feliz, bajo mi punto de vista la infancia no es un camino de rosas, al menos la mía. Las niñas oyen, ven y callan. Además había muchas normas, demasiadas, al levantarse, al sentarse, al comer, al saludar… sin embargo se tenían muy pocos derechos.

Repetí en EGB al principio me enfadé mucho, pero ahora reconozco que aquel profesor que tomó esa decisión, fue el primero que se preocupó por mi, por mi integración y por hacerme sentir capaz. Porque el problema no era que fuera tonta, sino pequeña y de ritmo lento.

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