Creo que ya lo he compartido más veces, pero es que para mí hay un antes y un después.
Siento que si ayuda a una sola persona, merece la pena el recordatorio.
He pasado por dos depresiones en esta vida, hasta hoy. En las dos tenía la misma sensación. La tristeza me invadía, no podía parar de llorar y cuando me preguntaban porqué, la respuesta era siempre ‘no se’.
Me ahogaba en la soledad, me sentía sola constantemente.
Aunque no lo decía, sentía que era porque mis familia, mi pareja, incluso amistades no me prestaban atención. No me llamaban, ni se interesaban por mí lo suficiente.
Y hacía cualquier cosa por complacer a los demás, porque todos hablaran bien de mí, por no defraudar, cedía y anteponía…
Sobre todo, no me respetaba.
El camino no fue fácil, os lo aseguro. La terapia y un fuerte instinto de supervivencia me ayudaron, a un día, mirarme al espejo y ser consciente de que la que faltaba era YO.
A partir de aquel momento empecé a centrarme en mis sentimientos, en lo que a mí me hace feliz, en responsabilizarme de a qué, cómo y con quién dedico mi tiempo. Aprendí a ser asertiva y anteponerme a mí, porque sino, quién va a hacerlo?
Empecé a conectar de nuevo con mi esencia, con mi alma… volví a verme y a reconocerme.
El descubrimiento de mi vida, el reencuentro conmigo misma.
Nunca más he vuelto a tener ese sentimiento, nunca. Y me encanta estar sola, disfruto de mi presencia y de mi compañía.
Me siento más querida que nunca por mi familia y amigos.
Y doy una y mil veces gracias, gracias, gracias!
Si esto te resuena, si estás pasando una mala racha, si sientes soledad…
Pide ayuda y siéntate, respira y siéntete. Deja que la emoción aflore y mímate, ámate sin condiciones con tus luces y tus sombras.